jueves, 15 de octubre de 2009

Soy la vieja que no os soporta. Ni vosotros a mí. Por eso me aparcasteis en este asilo, el rincón invisible reservado a la mercancía caduca. Pero no os imagináis cuánto me alegra haberos perdido de vista. Ya no os aguantaba más. Sois una familia aburrida, boba y deprimente. Y tú, hija, tú, eres la peor. Estás vieja. Vieja y chocha. Quizás pienses que a mis 80 años no estoy en la mejor posición para acusar a nadie de cascajo, pero hija, es que tú naciste vieja. Siempre protestando, escandalizándote por todo, con la blusa abotonada hasta la garganta, no fuera que se te escapara lo que nunca tuviste. Tanta honra y tanto rezo, para acabar casándote con ese desgraciado. Se te pasaba el arroz y agarraste al primero que encontraste. Pero, hija, ¡qué hombre más triste! No le gusta salir por la noche, ni ir al cine, ni viajar. Por no gustarle, no le gusta ni comer. Y eso sí que es patético, niña, no hay gente más infeliz que la insensible a un plato de cocido.
Así te han salido los hijos. El mayor, un fracasado. Ya acumula dos divorcios y, espera, a ese memo no hay mujer que lo aguante. La niña está siempre en babia, con esas cosas permanentemente metidas en los oídos y la música a tope. Lo más triste son esos grititos inconexos que lanza de cuando en cuando, como un gato al que han pisado la cola. El único que vale es el pequeño. Por eso se largó. Con veinte años hizo la mochila y se plantó en Nueva Zelanda. ¿No te has preguntado nunca, hija, por qué vive en las antípodas de tu casa?
Aún quieres mantener la pantomima de la visita de los domingos, pero espero que se acabe pronto. Cuando me hartáis, suelto una flatulencia y espero los resultados. Me encanta ese momento. Es el mejor de la tarde. Empezáis a arrugar el gesto con disimulo, os miráis de soslayo y tu marido abre ligeramente la puerta, la niña parece volver al mundo real y abre los ojos como un besugo, acentuando la necedad de su rostro. En ese preciso instante, tú te levantas y dices, con tu voz meliflua y temblona, bueno, mami, nosotros nos vamos yendo. Claro, hijita, te respondo, hasta el próximo domingo, cariño.

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