viernes, 28 de septiembre de 2012

Rutina
YODONA (22 septiembre 2012)



  Despertador. Bostezo. En pie. De nuevo, otoño. De nuevo, el cálido aroma de la rutina. Dulce de mandarina. Mañanas vestidas de grana y marrón. Lágrima de lluvia en la ventana. El verano, una evocación en el altillo. Pasos hacia el baño. Pasos hacia la cafetera. Pasos hacia la puerta de salida. Siempre los mismos. Las prisas ya adheridas a la rutina. Una hoja cae. Otra. Y otra. Una alfombra de huellas repetidas cada mañana. La misma esquina. El mismo saludo a la misma sombra. Idéntico gesto para dar la bienvenida al día. El segundo café. ¿Sólo o con leche? Con una nube. Como siempre. Siempre… El sol persigue su estela. Los muros observan con sus rostros pétreos el devenir de la vida. Nacer. Morir. Las horas se atropellan. Las manecillas imponen el ritmo y el orden. Cada minuto parece nuevo. Pero, al final del día, todos se antojan iguales. Un revoltijo de prisas garabateadas en la misma esfera.

Las sombras se alargan. La noche juega a pillarnos desprevenidos. Y los susurros del aire repiten la misma melodía. Hoy. Mañana. Pasado… El eco del día anterior es el sonido del siguiente. De nuevo, la llave gira en la cerradura. Los pasos, un poco más cansados. Fuera los zapatos. Fuera la ropa que aprisiona. Fuera el corsé de la monotonía. En la cocina se repite la sinfonía de aromas y sonidos. Ya pronto habrá castañas. Sí, pronto. Como cada año. Hoy ha sido un día duro. ¿Cuál no lo es? Un suspiro al sentarse en el sofá. Una caricia sobre la piel cubierta. Un beso somnoliento. Los párpados se entrecierran. Cansancio. Bostezo. Sueño… Otoño.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Duda
YODONA (15 septiembre 2012)



No te atrevas a repetir que maduraré cuando comulgue contigo. Que habré llegado cuando coincida con tus ideas. Abandona ese aire de condescendencia, esa sonrisa de presunta superioridad moral. Y déjame aquí. Náufraga en un océano de incertidumbre. Contemplando en la distancia las orillas del sectarismo. Negándome a tocar tierra, a abrazar estandartes que nunca cubren a todos, a jurar fidelidad a esperanzas que escatiman horizontes, a acatar designios que me está vetado trazar. No te rías de mis dudas, de mis recelos y de mis temores. Preocúpate de tus dogmas. Revisa los cimientos de tus convicciones y no pases por alto ninguna grieta, ningún poro por el que pueda colarse un soplo de aire, porque un simple aliento será capaz de hacer temblar el torreón de tus certezas.

Sí, yo seguiré aquí. Haciendo equilibrios en mi balsa inestable. Y cuando trates de arrastrarme a la orilla, estallaré en carcajadas. Y tú me llamarás loca. Y entonces, además de reírme de mí misma, también me reiré de ti. Porque esa risa será mi refugio y mi vacuna. El talismán que me libre de la severidad de los preceptos. El escudo que combata el flagelo de los mandamientos. Parapetada tras las carcajadas que derriban la jactancia y la prepotencia, dejaré que miles de letras trepen por mi piel y sucumbiré a las cosquillas de sus huellas. Letras de acentos lejanos que susurran cuentos que no conozco, que desvelan sueños que duermen en orillas ignotas y que abren las ventanas del mundo de par en par. Que corra el aire. Que calle la oscuridad.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Vendimia
YODONA (8 septiembre 2012)



Han crecido con el latido de la tierra. Se han impregnado de las voces del viento y el silencio del sol y la noche. Murmullos, rumores, crujidos, silbidos y aullidos del paisaje han mecido su sueño. Las palabras ásperas, auténticas, cálidas y heladas del suelo les han susurrado historias antiguas, de fronteras pretéritas y lenguas ya calladas. Voces mortales, de generación en generación, han modelado sus cepas. Y con el eco de tantas huellas, ahora ofrecen su fruto maduro. Una armonía de sabores aún vírgenes, aún por explorar.

Es tiempo de vendimia. De recoger la labor de un tiempo y un espacio. De prensar la expresión de la tierra, exprimir las emociones y dejar reposar las ilusiones. Allí, en la cuba de la esperanza, en la marmita del alquimista, dormirá durante largos meses el canto sabroso y provocativo de la garnacha, la merlot o la shyrah. Barricas de roble llegadas de otras tierras y con otros sonidos acunarán su descanso y el tiempo, siempre el tiempo, sabrá crear nuevas estrofas de una melodía que enlaza a nuestros padres con nuestros hijos. En el silencio y la oscuridad, en el regazo de la tierra, resguardada de las prisas, se gestará la magia sin engaños. El más tangible de los sueños. El alma del fruto. Al fin, llegará el momento. El néctar abandonará su seno y llegará a nuestra copa. Entonces callaremos y escucharemos la generosa ofrenda de la tierra. Un sorbo que son las voces del viento, el sol, la noche, el paisaje, el suelo, las ilusiones, las emociones, el descanso, tantos sueños… Al fin, un sorbo de vida.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Un zumo
YODONA (1 septiembre 2012)



Aún medio dormida. Con los sueños todavía prendidos en los párpados. Los músculos resistiéndose a desperezarse y la voz remoloneando antes de emerger de la caja de los sonidos. Toma un par de naranjas. Las parte de forma automática y empieza a exprimirlas. La pulpa, obediente, desprende su néctar. Unas vueltas más y ya el vaso se colma del líquido de sol. Un sorbo. Está dulce. Y sabe a memoria. ¡Tómatelo antes de que pierda todas las vitaminas!, cree escuchar las voces de todas las madres en pie de guerra. Detrás del primer sorbo vienen todos. Siempre precipitados. Como si de repente la mañana se le echara encima. Como si el jugo le hubiera contado todos los secretos que le robó a la tierra y al sol. Quizá, con el cerebro aún abotargado, es su cuerpo quien recoge los mensajes de viajes antiguos. Son sus ojos los que se colman de antiguos paisajes a los pies del Himalaya, sus oídos recogen hablas que ya se perdieron en el tiempo y su lengua se colma del mismo líquido que atravesó el océano con Cristobal Colón. Es su piel, y no su razón, la que recoge el perfume de noche de primavera. Caricia de flor de azahar. Versos de poeta que la conducen al patio querido, al campo risueño, al huerto soñado…

En un último gesto, apura la última gota que baila un solo en el vaso. En la basura yacen muertas las cáscaras vacías. Pedazos de sol devorados por un eclipse. Y el extracto de miles de años, de cientos de miles de susurros de noche, de voces de madres y guiños de sol invade su mañana, su mirada y su sueño, contagiándola de vida.