lunes, 28 de enero de 2013

El árbol
YODONA (26 enero 2013)



  Déjame morir un poco este invierno, le dijo el árbol a la tierra. Sólo un poco. Déjame que me despoje de mi belleza. Que el sol no juegue a crear reflejos verdes, ni el viento revolotee entre las hojas. Que la lluvia resbale sin encontrar asideros y que la nieve golpee mi tronco desabrigado. Desnudo quiero saludar al frío, a las mañanas blancas, a las noches de viento helado. Hacerme invisible. Apenas un recuerdo de lo que fui. Un esqueleto con el alma dormida.

Déjame morir un poco. Así, sin galas ni adornos, sin sonidos ni sombras, necesito recordar lo que soy. Hincar bien fuerte mis raíces en ti y sentir tu latido. Alimentarme de tu silencio sincero. Beber de tu oscuridad. Por un tiempo, los pájaros no se posarán sobre mí. Ni habrá hamacas prendidas de mis ramas. Nadie buscará en mí cobijo ni amparo. Ni mirarán al cielo a través de un laberinto verde. Mi tronco áspero será mi único rostro. No habrá sonrisas. Solo las arrugas acumuladas de una vida. Quiero sentirlas. Recordar todos los momentos en los que se formaron. Desprenderme de los rincones podridos de mi corteza. Hacer recuento de heridas y regalarles tiempo para sanar. No hay prisa. Son los días de sueño. Hasta la ilusión se serena y se mece en una siesta sin horas. Las fuerzas se guardan. Y los deseos anidan bajo tierra. Solo las raíces saben que existen. Ellas lo saben todo. Hasta lo que no se ve. Hasta lo que no se sabe ni se siente. Ellas son las únicas que conocen todos los caminos.

Este invierno, déjame morir un poco. Solo un poco. Lo justo para renacer.

viernes, 11 de enero de 2013

La magia
YODONA (5 enero 2013)



  Pasos en el pasillo. Susurros cómplices. Crujidos de papel. Corazón a cien por minuto. Ojos cerrados, que no sepan que el sueño aún no ha llegado. Pero si son reyes y magos, ¿no reconocerán el engaño? Párpados más apretados. Sonidos que se diluyen. Al fin, la respiración se duerme. Sueño que es ilusión, quimera, fantasía. En la mañana de la infancia, junto al árbol, la victoria de la ficción.

Pero la realidad tiene sed de venganza. Y deja que corran las manecillas del reloj y pasen las hojas del calendario para, al fin, imponer el silencio de los pasos de oro, incienso y mirra por los pasillos. La magia, con la cabeza gacha, se oculta en la noche y, de cuando en cuando, nos visita a escondidas en los sueños buenos. Esos en los que nos brotan alas invisibles y viajamos a lugares que la realidad nos escatima o nos reencontramos con personas que los días nos hurtan. En la verdad de la irrealidad, la piel no sufre soledades ni rasguños. No la abate la enfermedad. Ni la cubre la incertidumbre. Desde su rincón, la magia observa nuestra vida. Frunce el ceño cuando nos ve enredados en la espesura gris de algunos días y sonríe, ríe y se alborota cuando nos descubre jugando con su reflejo. Entonces, solo entonces, se atreve a salir de su retiro y corretea de nuevo satisfecha por el pasillo de los anhelos infantiles. Sabiendo que, aunque solo sea por un tiempo, ella ha vencido. Entonces, bajamos los párpados. Y los apretamos con fuerza. Que piense que estamos dormidos, pensamos. Que no se esconda de nuevo. Que mañana, al despertar, sea verdad.

martes, 1 de enero de 2013

El río del año
YODONA (29 diciembre 2012)



Fotografía: Andreu Francisco
  Uno, dos, tres… el líquido cansado del año, dividido en mil brazos, acariciará las orillas que encuentre a su paso. Resbalará con cautela por las playas de la isla de lo perdido, tratando de no despertar la memoria ni los lamentos por los tesoros que allí duermen, irrecuperables. El atolón de las ilusiones saludará animado a su paso, mostrará orgulloso su vegetación exuberante, sus seres fantásticos y los dulces frutos de sus árboles, esperando que la corriente elija a los mejores para sumarlos a su marcha. En el arrecife triste de las decepciones, solo el silencio gritará, tratando de ocultar sus escollos traicioneros, que aguardan la llegada de incautos marineros, náufragos del desengaño.

Cuatro, cinco, seis… Areniscas suaves que hacen cosquillas sortearán las rocas afiladas de los azares oscuros. Entre ellos, el lodo templado de la monotonía tratará de frenar los guijarros descarados y refulgentes de los deseos. Rocas y piedras, gemas y arena se enredarán en el curso del río. El tiempo fluye. Siete, ocho, nueve… ¡Un último beso! Que este año, sí. Que nada cambie. Que cambie todo. Que el tiempo no nos escatime la vida. Que solo los malos augurios zozobren. Que al fin lo logremos.

Diez, once y doce… Ya la corriente llega al océano de 2013. Feliz desembarco. Feliz travesía.