jueves, 2 de julio de 2009

Soy el soldado israelí que participó en un videojuego alucinante que manchó de barro sus botas. Hoy vuelvo a llevar pegada a mi piel la camiseta que empapé de sudor. Esa misma que ha escandalizado a hipócritas de medio mundo. Una imagen: la de una palestina embarazada. Y un lema: 1 tiro, 2 muertes. No pude cumplir la consigna. Pero que nadie se engañe, me hubiera gustado. Yo no soy como esos soldados que ahora andan lamentándose y denunciando no sé qué abusos. ¿Acaso existió alguna vez una guerra limpia? Entendámonos, los palestinos nos están jodiendo la vida, la nuestra y la de nuestros hijos, son perros rabiosos que muerden la mano que les da de comer, parias que sólo quieren nuestra destrucción. ¡Hasta los rabinos nos animan a no tener piedad! ¿A qué viene ahora tanta bronca? En la guerra, mejor tener las cosas claras. Al enemigo hay que joderle. Y punto. Y los niños bien, a su casa. Con papá y mamá. Que les das un arma y toda la chulería se les escapa por el culo. Unos mierdas, eso es lo que son. Unos mierdas y unos cobardes. Yo no. Por primera vez en mi vida me he sentido alguien. Respiraba, sudaba, ¡meaba poder! Era el puto amo del mundo. Entraba en una casa, gritaba y todos me temían. ¡A mí! No sólo los niños, no. Todos se cagaban, hombres, mujeres, viejos… Y yo decidía. La vida de un palestino no vale nada. Yo lo sabía. Y ellos también.
Desde que volví a casa, cada noche me emborracho con los colegas. A las chicas les ponen los héroes y yo les regalo una historia bien cargadita de sangre. Intento no llamar perros a los palestinos, porque a veces alguna se me pone sensible. Así que cuento lo del niño que salvé en medio del bombardeo. En realidad no fui yo pero, ¿a quién le importa? De hecho, ¿a quién cojones le importa nada? El jodido niño murió. Y yo escupo en su memoria. Los buenos soldados lo sabemos, yo lo sé, el odio ha de ser más fuerte que el miedo. La mierda es que el cabrón se ha hecho fuerte en mis pesadillas. Espero que se marche pronto. En mis sueños no consigo matarle. Esta noche volveremos a encontrarnos. Y yo le ganaré. Definitivamente.

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