martes, 5 de marzo de 2013

Incertidumbre
YODONA (2 marzo 2013)



  ¿Se puede robar este segundo?, preguntó la incertidumbre. Capturarlo en una gota de ámbar. Dormirlo en un lecho de resina translúcida. Y, así, preservarlo del aluvión del tiempo que vendrá. No pido que se detenga el reloj, ni reclamo burbujas de evasión ni altos en el latido del mundo. Ya crecí y fui vencida y sé que es imposible dictar órdenes al destino. Soy la duda, el recelo, ese titubeo molesto antes de hablar, el paso incierto antes de elegir un camino. Pero, a pesar de mi naturaleza, ¿no podría apresar este segundo, este humilde instante de serenidad? Así, cuando las certezas se desmoronen, cuando el faro se olvidé de emitir señales y vuelva a perder el rumbo, miraré mi instante prendido. En su cápsula de líquido fosilizado, como si lo viera a través de un sol tostado, creeré que la vida no me huye. Oleré a campo recién despertado, a mar serena, a viento sabio que ha recorrido mil fronteras.

Si pudiera apresar este segundo, habría capturado la esencia para dejar de ser quien soy. Dejaría de preñar el vientre de inquietud. Ya no robaría el aire de los pulmones ni jugaría a atenazar el corazón. No permitiría que anidaran serpientes en la mente ni que su veneno cegara el pensamiento. Despejaría la niebla, sembraría un camino para tomar y apartaría los guijarros. Si pudiera paralizar este segundo de paz en el ámbar eterno, sabría cual es el paso siguiente al primero. Me carcajearía de oráculos, brujos y chamanes. Enterraría los interrogantes. Y engañaría a mi alma haciéndole creer que existe la sólida verdad de un instante.

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