viernes, 11 de enero de 2013

La magia
YODONA (5 enero 2013)



  Pasos en el pasillo. Susurros cómplices. Crujidos de papel. Corazón a cien por minuto. Ojos cerrados, que no sepan que el sueño aún no ha llegado. Pero si son reyes y magos, ¿no reconocerán el engaño? Párpados más apretados. Sonidos que se diluyen. Al fin, la respiración se duerme. Sueño que es ilusión, quimera, fantasía. En la mañana de la infancia, junto al árbol, la victoria de la ficción.

Pero la realidad tiene sed de venganza. Y deja que corran las manecillas del reloj y pasen las hojas del calendario para, al fin, imponer el silencio de los pasos de oro, incienso y mirra por los pasillos. La magia, con la cabeza gacha, se oculta en la noche y, de cuando en cuando, nos visita a escondidas en los sueños buenos. Esos en los que nos brotan alas invisibles y viajamos a lugares que la realidad nos escatima o nos reencontramos con personas que los días nos hurtan. En la verdad de la irrealidad, la piel no sufre soledades ni rasguños. No la abate la enfermedad. Ni la cubre la incertidumbre. Desde su rincón, la magia observa nuestra vida. Frunce el ceño cuando nos ve enredados en la espesura gris de algunos días y sonríe, ríe y se alborota cuando nos descubre jugando con su reflejo. Entonces, solo entonces, se atreve a salir de su retiro y corretea de nuevo satisfecha por el pasillo de los anhelos infantiles. Sabiendo que, aunque solo sea por un tiempo, ella ha vencido. Entonces, bajamos los párpados. Y los apretamos con fuerza. Que piense que estamos dormidos, pensamos. Que no se esconda de nuevo. Que mañana, al despertar, sea verdad.

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