sábado, 23 de enero de 2010

Soy Antoine y quiero despertar. Pero no puedo. Cierro los ojos, los aprieto muy fuerte y cuento hasta diez.
Uno…
Que la pared no haga daño a mamá.
Dos, tres…
Que Marie no se quedé ahí abajo con Jean.
Cinco…
Que la casa no esté rota, ni la calle, ni la escuela.
Seis, siete…
Que no tenga hambre.
Ocho…
Que no se haga de noche.
Nueve…
Que mi camiseta esté limpia. Mamá siempre se enfada si me ensucio.
Diez…
¡No quiero este sueño! Tengo miedo y me equivoco al contar. Por eso no me despierto. Me he perdido y mamá ya no me dice lo que tengo que hacer. Hay hombres que cogen a niños. Yo los he visto, pero me he escondido. Porque mamá siempre dice que no vaya con desconocidos. Pero no conozco a nadie y no quiero seguir solo. Ya no lloro. Sólo un poquito, cuando abro los ojos y veo que no me he despertado.
Quiero que se borre la cara fea de mamá.
Uno, dos, tres, cinco, seis...



Los niños perdidos de Puerto Príncipe.
http://www.elpais.com/articulo/internacional/ninos/perdidos/Puerto/Principe/elpepuint/20100123elpepiint_5/Tes

9 comentarios:

  1. El desamparo aterra. Se me encogen las tripas porque sé que lo que leo -lo que escribes- es real.
    Es triste y no me atrevo a decir que sea bonito. Pero es que lo angustioso no puede mostrarse de otra manera. Eres buena.
    Saludos.

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  2. Has estado allí? Supongo que es una pregunta retórica porque sé que no. Sin embargo con tu articulo nos has hecho a todos estar allí por unos segundos. Vivir la angustia. Pensar mucho en nuestros hijos. Imaginar que seria de ellos en una situación parecida. Y desear, sobre todo desear, que Antoine despierte bien. Y sentirnos culpables porque todavía nos preguntamos, y yo qué puedo hacer? Estoy de acuerdo. Eres buena. Muy buena.

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  3. Muchísimas gracias a los dos. En estos casos las palabras sirven de muy poco. Como tú dices, Dani, apenas para preguntarnos qué podemos hacer.

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  4. Lamento discrepar, en este punto, de la autora de este brillante y adictivo blog. Emma, no subestime la materia prima de su magnífico trabajo. La palabra nunca sobra ni estorba. Sin palabra (sin lenguaje) no hay nada, nada existe, ni siquiera la abyección. Por favor, siga regalándonos sus palabras. A mí me sirven de mucho.

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  5. Guimaraes, tienes usted razón con el valor de las palabras. Las suyas también son importantes para mí.

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  6. Manuel Oller Varela25 de enero de 2010, 15:07

    Comparto con Guimaraes el matiz que te hace y sus ánimos para proseguir.
    La consciencia y la conciencia no solo debe recomernos en silencio sino que debe aflorarnos en palabras y actos. Consciencia y conciencia para transformarnos y "mejorarnos".
    Tu trabajo, en su ejecución, tiene la virtud de ser de estilo muy intuitivo. La reflexión se impregna de las necesidades de las visceras. Pero además, día a día, cada "soy" se superpone y yuxtapone al anterior creando entre ellos un orden acumulativo de lecturas abiertas.
    Te invito a dos lecturas o relecturas. Wittgenstein y "Las palabras y las cosas" de Foucault.

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  7. Manuesl, como siempre, muchas gracias por tus reflexiones y tus recomendaciones.

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  8. No sé si está bien o mal, pero esta vez no dejaré entrar estas imágenes en mi casa ni en mi vida. Claro que la palabra nunca sobra pero en estos casos de poco sirve. Uno reflexiona, el otro contesta, yo digo, tu te pones triste ¿Y…? el dolor sigue sin ser nuestro y es tan virtual, tan fácil de hacerlo propio por que no duele verdad. Todo pasará en nuestras mentes y solo quedarán quienes ahí se están jugando la vida. como el tsunamis, cómo en china y tantos otros…solo es cuestión de esperar que venga la nueva noticia que nos saque de nuestro letargo. Lo siento, hoy no quiero pensar en Antoine.

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  9. No estoy de acuerdo, Anónimo: sirve, y mucho, ponerse en la piel del que sufre. Creo que estamos tan acostumbrados a contemplar infiernos lejanos desde nuestros mundos aletargados (bien utilizado el término, sí señor) que de vez en cuando se nos tiene que obligar a ver lo que nos disgusta, lo que nos revuelve las entrañas.

    A mí me cuesta mucho salir de mi pequeño universo, y me abstraigo intentando entender qué hago en el mundo, a dónde voy, por qué tomé las decisiones erradas, o las acertadas. Por eso me enganché a este blog: hay que ser un valiente para dar voz a quien no la tiene, olvidarse de uno mismo.

    Pensé en los niños como Antoine el día que conocí la noticia (apenas logré conciliar el sueño tras ver esas imágenes tremendas) y, por decirlo de algún modo, me alegra (me vapulea) volver a hacerlo al asomarme aquí.

    Un saludo.

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