viernes, 23 de octubre de 2009

Soy el muerto sin lápida. El difunto que cavó su propia tumba una madrugada callada, a las afueras del pueblo. La tierra no quería cuartearse, como si temiera que el frío cruel del invierno acabara por matarle las entrañas. Me ardían las manos por el esfuerzo y el tacto glacial de la pala, pero sabía que no debía preocuparme por las llagas. Mucho antes de que aparecieran las ampollas, moriría. La inmediatez de mi fin me volvió loco. Nadie puede aceptar la muerte a los 19 años, cuando el cuerpo escupe vida. Cuando todo parece posible y la nada ni siquiera existe en tu vocabulario. Que nadie se lleve a engaño, no morí como un héroe, recibí la ráfaga de balas entre lágrimas y alaridos de terror. Hubiera matado por vivir, hubiera mentido, robado o traicionado por escapar de aquellos fusiles. Yo no era nadie. No era nada. ¿Por qué me asesinaban? ¿Por qué nadie paraba aquello? No podía aceptar el terror de la realidad. Me fusilaron y con el último estertor sentí que los esfínteres se aflojaban añadiendo una última humillación a mi vida. Nadie lavó mi cuerpo después. Nadie vertió una lágrima sobre mi cadáver, ni una caricia de despedida, ni una palabra de amor. Me fui y lo último que vieron mis ojos fueron las caras del odio y la burla. Morí y fui enterrado en el agujero que entre cuatro desgraciados habíamos abierto. Los cuatro juntos para toda la eternidad. Dos viejos y dos jóvenes. Algunos amigos, otros apenas conocidos.
La templanza de la vida escapaba de nuestro cuerpo con cada paletada de tierra gélida. Y ahí nos quedamos, empujados por el odio, los celos y el sinsentido en este rincón anónimo de la memoria.
Yo ya no estoy ahí, ni viven los que me asesinaron, ni los que me lloraron detrás de las puertas y ventanas cerradas. Pero si algún día tengo una lápida con mi nombre, ruego que alguien deposite una flor blanca sobre ella. La flor que mi madre nunca supo a dónde llevar.

1 comentario:

  1. Impresionante este blog, cada entrada. Cada palabra. Enhorabuena Emma, gracias por estos regalos escritos.
    Un saludo.
    Eva

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