lunes, 28 de septiembre de 2009

Soy el novio despechado de la burguesía barcelonesa. Hoy me parto de risa. Hace cuatro años, el día de mi boda, me mirabais por encima del hombro. ¿Os acordáis? Soy ese ser sin pedigrí, al que nunca le quedaban bien los trajes, que siempre transpiraba una gota más de sudor que vosotros y que, por supuesto, nunca participaba en vuestras conversaciones.
Durante un par de años fui la presa exótica que la nena Puig exhibía como una pincelada bohemia de su vida. Hasta que pasó lo que tenía que pasar. Un día se dio cuenta de que yo no encajaba con su nuevo bolso Louis Vuitton. Pensó que esa temporada no se estilaban las pieles vulgares y me cambió por un flamante heredero de tez eternamente bronceada.
Esa unión fue muy celebrada por vosotros. Al fin, un acompañante que hablaba en las reuniones. Los temas de siempre, ya se sabe. Que si la empresa de éste o la del otro, que si nos vemos en la Cerdanya o en el Empordà, que si yo te hago un favor y tú me lo devuelves, que si el Palau de la Música…
… el Palau…
¿Seguirá presente en vuestras conversaciones? ¿Habréis recuperado el habla después de que la rabia y la ofensa os robaran las palabras? Quien más quien menos de vosotros, ha corrido con los gastos de la fiesta de Millet. Ese señor de Barcelona que, quizás inspirado por la genialidad y fantasía de la arquitectura modernista, concibió una estafa tan monumental, caprichosa e insólita como la propia obra de Domènech i Montaner.
Millet os resultaba altivo, antipático, pero a pesar de ello le rendisteis pleitesía. Con la complicidad y el silencio que dicta la cuna compartida.
En fin, permitid que este pobre diablo al que exiliasteis de vuestro círculo os observe en la distancia, os reconozca en las fotos de la prensa, imagine vuestras conversaciones y se le escape, en un acto reflejo, una risa incontenible, una carcajada de esas que salen de dentro, que sirven para exorcizar los demonios y burlarse de las penas del ayer. ¿Nos vemos en el próximo concierto?

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