jueves, 6 de junio de 2013

Vida secreta
YODONA (1 junio 2013)



  Llevaba acumulados tantos secretos que la casa empezó a quedársele pequeña. Si sentía sed a medianoche, era imposible no tropezarse con algunos de sus silencios. Los disfraces escapaban del armario y la memoria esperaba un despiste de las defensas para atacar el presente. Al fin, decidió poner orden, y encerró su vida oculta en una estancia. Tras la puerta cegada, se apelotaban las palabras dichas y las calladas. Un mundo de pasos, besos y sueños. En el cuarto de los secretos se contaban sus historias la soledad, el deseo, la imaginación y la memoria. Batallitas de otros tiempos o historias del país de nunca jamás. Todo realidad. O todo ficción. En realidad, tanto daba.

A veces, al recorrer el pasillo, oía la vida bulliciosa que se escondía al otro lado de la puerta. Entonces, la nostalgia era tan intensa que, asomada a la cerradura, espiaba los movimientos de sus secretos y se colmaba con sus charlas disparatadas. Otras veces también se acercaba a la puerta, pero era para abrirla y abandonar, con gesto tierno y mirada triste, a un nuevo compañero de juegos. El tiempo pasó y se acostumbró a vivir en un piso de estancias cerradas. Apenas ya le quedaba espacio para moverse. Tan solo la mitad del salón que había habilitado como un campamento de emergencia. Un día –fue inevitable- llegó a casa con un nuevo secreto. Ya no había sitio para él, a no ser que lo acomodara junto a ella, pero eso causaría una auténtica rebelión entre los encerrados. Al fin, empezó a abrir puerta tras puerta. Sonrió. Y, perdida en su otra vida, desapareció.

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