domingo, 11 de abril de 2010

Soy la nota de un piano. Un acento dibujado en el silencio. Un sueño que despierta del letargo. Mi melodía, una invitación. Una llamada recogida por una guitarra con caricia de terciopelo.
Los primeros compases, unos dedos que se rozan. Una sonrisa insinuada. Una mirada pegada a esa expresión. El piano marca el ritmo y espera. La guitarra se desliza por la estancia. Mide el espacio. Esboza unos pasos. E insinúa una provocación.
Empieza el baile. Él manda un giro a la derecha. Ella le sigue y apunta un giro más. Ya trazan coreografías. Ya se imponen al vacío. Un quiebro travieso de ella provoca unos segundos de desconcierto. El teclado se estremece y acorta la distancia. Las cuerdas se tensan, tiemblan y, en su emoción, se trenzan en un lazo.
El pentagrama quiere ser un nudo. Las notas crean enredos en su cadencia. Se buscan, se incitan, se comen las pausas y el silencio. Guitarra y piano. Piano y guitarra. Ambos ya son uno. El compás pierde el ritmo. Irrumpen nuevos acordes. Galopan las notas sin un rumbo. Y se funden en un último desvarío.
La guitarra, un desgarro.
El piano, un suspiro.
Un eco de conquista se derrama en el espacio.
Y el sonido, preñado, se calla.
Ya el silencio se impone de nuevo.

6 comentarios:

  1. Vuelves armoniosa. Y te bailan las palabras en la boca.
    La primavera...¿la sangre altera?

    Abrazos.

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  2. gracias, oclock. Ay, la primavera!! un abrazo también para ti.

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  3. Querida Emma, no leo su texto, lo escucho. No me lo está recitando nadie en voz alta; sucede que las frases que registran mis ojos son enviadas a no sé qué región del cerebro que de forma inmediata las transforma en notas musicales y luego las endosa directamente a los oídos. De modo que no leo su álter ego, no porque no quiera, sino porque no puedo: mis sentidos parecen haberse conjurado para engullir sus palabras por el oído en vez de por la vista. Quizás porque sus oraciones se mecen hoy, más que nunca, en un pentagrama. Y por alguna razón que no alcanzo a comprender, me transportan a París, a un atardecer otoñal, fresco pero no helado, contemplado al abrigo de los ventanales de un bistrot, con dos copas de champán frío y media docena de ostras vivas sobre la mesita redonda de mármol blanco. Ah, París.

    Siga tocando, Emma, por favor. O escribiendo. No se detenga.

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  4. SUSCRIBO PLENA Y ENTUSIÁSTICAMENTE EL EMPLAZAMIENTO QUE HACE GUIMARAES. NO TE PARES, EMMA. TUAS ALTEREGOS SON ADICTIVOS. GRACIAS.
    H.

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  5. Exquisitas emociones inundan la mente y proyectan imagenes difuminadas, a contraluz... delicioso, ¿sí o sí?

    Rory.

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  6. No sé ni cómo he venido a parar aquí, pero mucho me temo que no será la última vez.

    "El pentagrama quiere ser un nudo. Las notas crean enredos en su cadencia. Se buscan, se incitan, se comen las pausas y el silencio. Guitarra y piano. Piano y guitarra. Ambos ya son uno." Me ha gustado muy, mucho.

    Un mimo de verano para ti.

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