domingo, 25 de julio de 2010

Soy el recuerdo que aguarda en el cajón. Descanso. Dormito. Espero. Aguardo en la penumbra silenciosa. Como una cría en su nido. Como una mariposa en su crisálida.
La vida es un paréntesis en este vientre de calma. Un lecho ingrávido donde habitan los sueños perdidos, los deseos que llegaron a deshora, los amores que arañaron el alma.
Hay momentos en los que el cajón se abre unos milímetros. Apenas un segundo. Una hebra de luz. Suficiente para comprobarnos. Para saber que cada uno sigue en su lugar. Un suspiro sella el instante. Y vuelve el sosiego.
Las horas se derriten en la oscuridad y el eco de las campanas se funde en un laberinto de imágenes y palabras. Me gusta jugar con el tiempo. Dejo que el ayer me acaricie y modele nuevas formas en mis sombras. Inspiro pasado para, algún día, exhalar futuro.
Aquí, en la guarida secreta de tus entrañas, no existen las dudas. Ni los miedos. Ni los reproches. No hay abandonos. Ni renuncias. Tan sólo una espera. Un aliento. Una vida.

miércoles, 7 de julio de 2010

Soy la chica que pasea por las calles de París. No es mi ciudad, pero podría serlo. Mis pasos aún no son sólo míos, pero pronto lo serán. Las lunas de los escaparates devuelven mi reflejo y yo las miro de reojo. Mi imagen es mi conquista. Un reto al futuro.
Arranco a correr y me río al sentir el aire. Pero al final de la calle me detengo en seco. ¿Y si una gárgola resentida me acecha a la vuelta de la esquina? Quizás un malvado Frollo o un triste y solitario Quasimodo quieran robarme mis pasos.
Miro alrededor y la libertad toma un regusto de abandono. Ya no sé si quiero seguir sola. Por unos segundos pienso en retroceder. Deshacer el camino y regalarme, de nuevo, un reflejo en los escaparates. Cierro un segundo los párpados. De un café cercano me llegan los ecos entrelazados de una docena de conversaciones. Dos enamorados discuten. Dos amigas se cuentan confidencias. Un grupo de jóvenes ríen. En el aire se trenza el aroma dulce de un crêpe y unas campanas cercanas anuncian el mediodía.
Abro los ojos. Inspiro hondo y sonrío. ¡Qué diablos! ¡Prepárate París, aquí te dejo la huella de mis pasos!
A la vuelta de la esquina, todo.
A la vuelta de la esquina, quince años.